Un wallmart, taquicardia y mi vida en descuento

El clásico ruido de súper, el único lugar donde menos te esperas
que la vida te dé una lección

Quiero saberme viva, y si hoy es el momento, podré aprender de el para descubrir alguno de esos recovecos insensibles que tengo en la sucia cabezota.

Estoy bien...

Pero en otra vida, otras decisiones... pude estar mejor.

Todavía puedo sentir esa punzada en el estómago, la marca que me quedo aquel día en el que ambos tuvimos que fingir fortaleza, y por orgullo, nos dijimos adiós.

Aún no logro calcular el peso inestable que tiene mi estupidéz, el haber dejado ir a un impecable pilar de mi vida, sin antes haberme dado cuenta cuan fuerte era, al menos en ese entonces que tanto me sostenía.

Ahora lo sé, ahora que me paso la vida rodeada de bellos recuerdos, que como el atardecer, no perduran y se repiten a diario, una y otra vez... como una dosis de plenitud... que si te apendejas, te pierdes, y tendrás que esperar al día siguiente.

No sé cuantos cerillos me queden en la caja del bolsillo... no sé cuantos encienda y se apaguen luego luego... no sé cuanta veces te encontraré en la mesa con forma de sabrita... y al palparte con hambrosía... note tu frustrante ausencia.

Una vez juré vivirte... una vez intenté hacerme de tí, pero no pude, simplemente no pude...

Hoy no estás a la mano, o simplemente ya no te intereso...

ya creciste... ya eres un hombre responsable y con muchas metas... metas que van más allá de organizar el próximo fin de semana, de calcular salir del trabajo para pasarme a ver por lo menos veinte minutos... y decirme preciosa con tu cara de que no aguantas más...

Ayer te ví, haz crecido... esperé tu mirada devuelta, pero tenías las manos tan llenas de compromisos... una vez te ví comenzar a crecer... y no me importó...


Aunque quiera...


Hoy ya no te alcanzo cuando vas tan rápido, y lo peor, es saber que pude encarrerarme contigo, tenerte todo el tiempo cantándome y besándome al oido... tocándome, cuando te pedía que te detuvieras y mi voz quebrada delataba mis falsas súplicas...

y hoy, después de 2 pequeños, sucios, desgastantes y miserables años... a pesar de ser un todo para mí... yo, ya no soy la misma cosa para tí.



De porqué el orgullo y el destiempo solo nos deja un eterno mal sabor de boca...


llamado derrota.